El barro constituye un material natural, de variadas procedencias y composiciones minerales, que se ha venido utilizando desde hace miles de años como tratamiento terapéutico y cosmético bajo un denominador común: reponer la actividad normal de los órganos vitales y enaltecer la sencillez de la belleza humana.
El barro tiene propiedades refrescantes, antiinflamatorias y cicatrizantes porque está constituido de minerales existentes en el agua y la tierra y porque contiene oligoelementos (componentes químicos indispensables para el crecimiento y ciclos reproductores de plantas, animales y seres humanos).
En congestiones de riñones, estómago, hígado, vientre y otros desarreglos en los órganos internos como flatulencias, mal aliento, úlceras, fiebres, las cataplasmas de barro poseen un efecto maravilloso, pues absorben y cicatrizan, descongestionan el interior, activan la circulación sanguínea en la piel y revitalizan el sistema nervioso con las energías magnéticas, eléctricas y solares provenientes de la tierra.
En el interior del cuerpo actúa su efecto calorífico: Cuanto más se calienta el barro aplicado sobre la piel, más se extrae hacia fuera el calor interno que se combate. A nivel interno el barro actúa como un agente purificador, eliminando toxinas, sustancias venenosas y agentes perturbadoras que pasan al barro.
El barro utilizado en tratamientos terapéuticos (y cosméticos) debe ser extraído de lugares apartados de cultivos con cualquier tipo de abono químico y de lugares lejanos a terrenos que funcionan como basureros. Se debe tomar en cuenta que, a pesar de sus múltiples funciones terapéuticas.
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